El autor sostiene que los desafíos que los periodistas afrontan hoy en día en Irak exigen que se vinculen profesionalmente. Un código de conducta permitiría evitar que caigan en consideraciones de las que por lo general resultan de los conflictos sectarios. Ese compromiso los llevaría a prestar asistencia a las víctimas y promover un espíritu de tolerancia y reconciliación a través de los principios de ética profesional basados en el equilibrio, la equidad, la precisión y la objetividad. Podría no ser posible lograrlo sin un código consensuado por todos, que las personas que trabajan en el ámbito periodístico aplicarían de forma coherente con los principios fundamentales del periodismo profesional, que requiere desapego emocional cuando se elabora el contenido de las noticias. El autor propone una teoría preliminar que podría modificarse o debatirse a fin de lograr este objetivo en un país que está sufriendo, y seguirá sufriendo, un atroz derramamiento de sangre.
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